UNIVERSOS - VOLUMEN II. CAPÍTULO X - PIERRE CORNEILLE

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CAPÍTULO X

                                        PIERRE CORNEILLE

 

Poeta, dramaturgo, escritor y traductor francés, una de las personalidades más sobresalientes e influyentes de su época.

Rouen, 06-06-1606; París, 01-10-1684.

      Corneille es considerado el creador de la tragedia clásica francesa y uno de los tres más grandes dramaturgos del siglo XVII, junto a Moliere y Racine.

      Hijo de un abogado, era el mayor de ocho hermanos y a los nueve años ingresó en el colegio jesuita de Ruán, donde muy pronto se hizo conocer por sus versos en latín, su pasión por autores latinos como Séneca y Lucano, y algunos poemas a Catherine Hue, un frustrado amor de juventud, aparentemente la modelo para la heroína de Mélite, su primer drama. Se dice que lamentablemente Catherine, a instancias de su madre, prefirió casarse con Thomas du Pont, maestro consejero del tribunal de cuentas de Normandía, cuya situación social era más prometedora.

      Posteriormente, siguiendo la tradición familiar, Pierre se hizo abogado y ejerció como tal, pero sus desvelos estuvieron siempre del lado de la poesía y el teatro. De hecho, es autor de una numerosa producción teatral y sus dramas son obras maestras de la literatura clásica.

      En 1635, el Cardenal Richelieu lo designó como uno de los Cinco Autores, y participó en la elaboración de La Comédie des Tuileries. Al morir Richelieu, tuvo la protección del cardenal Mazarino, hasta que la aparición de la tragedia Nicomède, que apoyaba implícitamente a Luis II de Borbón-Condé, lo enemistó con el cardenal.

En 1641 contrajo matrimonio con Marie de Lampérière.

Fue llevado a la Academia Francesa en 1647.

      Entre sus obras más celebradas se encuentran Clitandre, La Veuve, La place Royale, Médée, L’illusion comique, Le Cid, Cinna, Horace, Polyeucte, Rodogune, Héraclius, La mort de Pompée, Andromède, Nicomède, Œdipe, Attila y Tite et Bérénice.

      Pasó los últimos meses de vida privado de sus facultades mentales hasta morir a los 78 años. Sus restos reposan en la Iglesia parisina de San Roque.

 

EPITAFIO DE ELIZABETH RANQUET

(Épitaphe sur la mort de demoiselle Élisabeth Ranquet)

Viajero, nunca llores sobre esta sepultura,

que es lecho funerario, pero lecho sin par,

aquí yace de un cuerpo la ceniza más pura,

y un corazón celoso vigila este lugar.

Antes de que cobrara su deuda la natura,

su alma ya elevada sobre el confín del mar,

en el Señor había encontrado la ventura;

peregrina en la tierra, tuvo en el cielo hogar.

Entregó a los más pobres el don de su riqueza,

la humildad y modestia laurearon su belleza,

y su postrer suspiro fue un suspiro de amor.

Alumbrará tu senda su fulgurante estrella

y al fin de la jornada, sin llanto y sin dolor

sabrás que así la muerte, será una muerte bella.

 

 

EPITAFIO PARA LUIS XIII - (Épitaphe de Louis XIII)

Bajo este mármol reposa un monarca francés,

a quien la envidia misma no puede acusar de ningún vicio;

fue el más justo y el mejor de los reyes,

y sin embargo su reino fue el de la injusticia.

Sabio en todo, solo una vez se equivocó,

y él y nosotros lo hemos pagado mucho tiempo:

El orgullo, la ambición, el interés, la avaricia,

vestidos con su nombre, se nos dieron por leyes.

Vencedor dondequiera, esclavo de su corte,

su tirano y el nuestro, apenas se ha marchado,

y ya desde su tumba lo ha forzado a seguirlo.

¿Se supo alguna vez de tantos infortunios?

Después de treinta y tres años perdidos en el trono,

y empezando a reinar, dejó de vivir.  

 

 

ESTANZAS A LA MARQUESA - (Stanzas a marquise)

(Dedicadas a la actriz Marquise-Thérèse de Gorla, llamada Mademoiselle Du Parc).

 

Marquesa, si mi figura

perdió todo su esplendor,

recuerde que con mi edad

usted no estará mejor.

 

Desaires les hace el tiempo

a las cosas más hermosas,

si ayer arrugó mi frente

lo mismo hará con sus rosas.

 

El curso de los planetas

nos ha regido hasta hoy

yo me vi tal como usted

y usted será como soy.

 

El eco de mis encantos

recibe tantos halagos

que no hay que alarmarse mucho

por el tiempo y sus estragos.

 

Aunque adoro sus encantos,

en los que desprecia están

los soportes que perduran

cuando los otros se van.

 

Ellos salvarán la gloria

de ojos tan dulces, señora,

y harán crecer por mil años

lo que de usted me enamora.

 

Dentro de esa nueva raza

algún crédito tendré

y usted no será más bella

que lo que ahora diré.

 

Piense que, por un canoso,

bella marquesa, sufrió,

y está bien que la cortejen

cuando lo hacen como yo.