CAPÍTULO LXXVIII - EDWIN ARLINGTON ROBINSON

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 CAPÍTULO LXXVIII

EDWIN ARLINGTON ROBINSON

 

Poeta y dramaturgo estadounidense.

Head Tide, Maine, 22-12-1869; New York, 06-04-1935.

Empezó su extensa trayectoria poética traduciendo poetas griegos y latinos. Los críticos lo ubican entre los primeros y más prolíficos poetas estadounidenses de principios del siglo XX.

Estudió un par de años en Harvard College, pero la muerte de su padre lo obligó a abandonar los estudios. En 1896, tras la muerte de su madre, salió de Maine y se estableció en New York.

Amy Lowell, contemporánea de Robinson, declaró en el New York Times Book Review: “Edwin Arlington Robinson es poesía. No puedo pensar en ningún otro escritor vivo que haya dedicado tan consistentemente su vida a su trabajo”.

Hasta el final de sus días consideró que la poesía era su única profesión.

Sus convicciones puritanas y la obsesión por el cultivo exclusivamente artístico de su trabajo, lo mantuvieron al margen de la actividad literaria neoyorquina y de cuanto significara vender su talento para satisfacer sus necesidades básicas, por lo cual decidió aceptar ocupaciones humildes que le significaron una existencia solitaria, casi de anacoreta.

Su suerte cambió en 1904, cuando Kermit Roosevelt llamó la atención de su padre, el presidente Theodore Roosevelt, sobre Children of the Night. Roosevelt no solo persuadió a Charles Scribner's Sons para que volviera a publicar el libro, sino que también lo revisó él mismo para Outlook y lo respaldó con “estoy completamente seguro de que me gusta”. Adicionalmente, obtuvo para el poeta un trabajo en la Aduana de Nueva York, un puesto que Robinson mantuvo hasta 1909 y le permitió seguridad financiera. En 1910, Robinson publicó The Town Down the River, una colección de poemas dedicada al expresidente.

En libros como The Torrent and the Night Before (1896), Captain Craig (1902), The Man Against the Sky (1916), King Jasper (1935), y particularmente a través del conocido ciclo de Tilbury Town, Robinson estableció un conjunto reconocible de preocupaciones temáticas y técnicas. El académico Robert Gilbert anota que “temas de fracaso personal, esfuerzo artístico, materialismo y la inevitabilidad del cambio”, caracterizan gran parte del trabajo de Robinson.

En poemas de la misma época, como The Three Taverns (1920), Avon's Harvest (1921), Roman Bartholomew (1923), Dionysus in Doubt (1925), entre otros, escribió sobre los que habrían de permanecer como sus temas fundamentales: laberintos del alma, elevaciones del espíritu y tragedias de la condición humana.

El reconocimiento que fue alcanzando paulatinamente, le significó que, junto a Robert Frost, fueran considerados los dos poetas norteamericanos contemporáneos más ilustres.

Ganó el Premio Pulitzer tres veces: en 1922 por Collected Poems, en 1924 por The Man Who Died Twice, donde narra la historia de un músico callejero que pierde su obra maestra después de una noche de libertinaje, y en 1927 por su extenso poema narrativo Tristram, serie de poemas basados en las antiguas leyendas del rey Arturo.

En los últimos años de su vida residió en la Mac Dowell Colony, especie de casa de retiro destinada a escritores, músicos y artistas de New Hampshire, donde conoció a la pintora Elizabeth Sparhawk-Jones y ambos coincidieron allí durante un total acumulado de unos diez años. Ella apreciaba la compañía de los escritores sobre otros artistas y disfrutaba los períodos en los que vivía en la Colonia. Tuvieron una relación romántica en la que ella se dedicó a cuidarlo, a comprenderlo, y a pesar de que estaba enamorada de él, no lo presionó para llegar a una relación más íntima.

Era un romance que el poeta D. H. Tracy calificó de “cortés, tranquilo e intenso”.

Cuando murió, Sparhawk-Jones asistió al funeral y posteriormente pintó varios cuadros en memoria suya. Ella lo describió como un hombre encantador, sensible y emocionalmente arraigado con altos valores morales.

Sparhawk-Jones era una artista sociable, inteligente, de conversación agradable, conocida por su humor e ingenio, pero cuatro años antes de su muerte en 1964 le dijo a un entrevistador de los Smithsonian Archives of American Art: “Siempre fui una persona solitaria”. Una confesión sorprendente en una artista de sus quilates, cuyas obras ya habían sido adquiridas por algunos de los mejores museos del mundo como el Metropolitan Museum of Art, el Museum of Modern Art, el Art Institute of Chicago, así como por los mejores coleccionistas privados estadounidenses, y cuyos cuadros rondaban cifras de varios centenares de miles de dólares.

En la misma entrevista afirmó: “Después de todo, pintar una imagen es como tener una conversación con alguien en problemas, y debes escuchar con el ojo y tratar de ayudar a la imagen a salir de sus dificultades”.

Robinson, al contrario de Machado, no encontró manera de recibir la flecha que le asignó Cupido.

Elizabeth Sparhawk-Jones descansa en un cementerio de Baltimore, y sobre su tumba se lee:


Canta corazón, de nuevo, en el rocío de la alborada.


Hospitalizado por un cáncer terminal, hasta última hora antes del coma final, Edwin estuvo corrigiendo las pruebas de su último poema King Jasper. Ya había ganado un lugar en el Olimpo.

Robinson nunca se casó. Después de su muerte, Sparhawk-Jones pintó varios cuadros en memoria suya.

Sus cenizas reposan en el Cementerio Oak Grove de Gardiner, Maine.

El cenotafio en el Rincón de los Poetas de la Catedral de San Juan en New York, recuerda dos versos de su poema George Crabbe, en The children of the night:


De su recio talento, de su excelencia sobria

quedan aún vestigios que no apaga la moda.



GEORGE CRABBE - (George Crabbe. The children of the night)


Ponlo en lo más oscuro de tu pequeño albergue,

escóndelo en -si quieres-, solitarias buhardillas,

fuerte y humano, su pulso aún palpita

con la fuerza segura de la verdad valiente.

A pesar del repudio de las augustas ciencias,

de su recio talento, de su excelencia sobria

quedan aún vestigios que no apaga la moda,

aunque los años ajen el laurel de sus cejas.

Sea que lo leamos o no, de tanto en tanto

vendrá contra nosotros de su nombre la fuerza

como un dedo que acusa por toda la vergüenza

y el vacío de aquello que asoma en nuestras almas,

en libros como altares en donde arrodillados

veneramos la chispa sin descubrir la llama.

 


RICHARD CORY - (Richard Cory)

 

Siempre que Richard Cory bajaba a la ciudad

desde nuestros rincones mirábamos su paso:

Fue, de pies a cabeza, sin duda, un caballero,

elegante y esbelto, de apariencia imperial.


Iba en todo momento sobriamente vestido

y era humana y sencilla su manera de hablar,

aceleraba el pulso con decir “Buenos días”

y el glamour de su estampa deslumbraba al pasar.

 

Y además era rico, -sí, más rico que un rey-

de sólida cultura, finamente educado:

En fin, tanto tenía que nos hizo creer

que tal vez algún día seríamos como él.

 

Seguimos nuestra lucha, soñábamos también,

sin carne, sin comida, renegando del pan; 

y Richard una noche de un cálido verano,

acabó con su vida de un balazo en la sien.

 

La segunda estrofa está grabada en la tumba del actor estadounidense Tony Curtis, en el Palm Memorial Park de Las Vegas.

 


DEMASIADO CAFÉ - (Too much cofee)

Los dos juntos en infinita sombra

desafían la alborada invencible:

La Medida que nunca se tomó,

y la Línea que nunca se trazó.