CAPÍTULO XXIX - ERNEST CHRISTOPHER DOWSON

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 CAPÍTULO XXIX


ERNEST CHRISTOPHER DOWSON


Ernest Christopher Dowson, poeta y novelista inglés.

Lee, Kent, 02-08-1867; Catford, Inglaterra, 23-02-1900.


Dowson perteneció al movimiento de Los Decadentes, grupo de poetas y pintores ingleses de la última década del siglo XIX que surgió como reacción a la literatura victoriana, y que incluía entre otros a William Butler Yeats, Lionel Johnson y Aubrey Beardsley. Se les tomaba por dandis, artistas vagabundos, bohemios y afrancesados.

Dowson estudió en Oxford y aunque no se graduó, sus lecturas lo convirtieron en un refinado lingüista y profundo conocedor de la obra de Horacio, Catulo y Propercio, poetas de lírica sublime que influyeron definitivamente en su escritura.


Empezó a trabajar en la compañía de su padre, participó activamente en la vida social que giraba alrededor del Rhymers’ Club, fundado por los poetas William Yeats y Ernest Rhys, y se dedicó a escribir poemas, relatos cortos y crítica literaria, mientras frecuentaba burdeles y se hundía en el alcohol y la absenta. Se enamoró de Adelaide Foltinowicz “Missie”, una adolescente polaca de tan solo 11 años que siempre lo ignoró y a quien dedicó uno de sus más conocidos poemas, Non Sum Qualis eram Bonae Sub Regno Cynarae.

La escritora Margaret Mitchell contó que la tercera estrofa de este poema le había inspirado el título de su famosa novela Gone with the wind.

Con el escritor Arthur Collin Moore, Dowson escribió las novelas A Comedy of Masks y Adrian Rome, de muy poco éxito.


En junio de 1897, Oscar Wilde, un admirador que lo valoraba altamente como poeta, le escribió:

Cher Monsieur le Poète: Ha sido muy amable de su parte venir a verme, y le agradezco muy sinceramente su agradable compañía y las muchas maneras amables con las que me recordó que, al menos una vez, era un señor del lenguaje y tenía el alma de un poeta.


Dowson murió en Catford, en casa del escritor y periodista Robert Sherard, amigo y primer biógrafo de Oscar Wilde, derrotado por una tuberculosis agravada por la depresión y el alcoholismo, cuando tenía apenas 32 años. Es muy probable que la trágica muerte de sus padres haya marcado también en buena medida las contradicciones que definieron el carácter contestatario de su aventura terrenal.

Al enterarse de su muerte, Oscar Wilde escribió a Leonard Smithers, editor de Dowson: “Espero que en su tumba haya hojas de laurel, y ruda, y también mirto, porque él sabía lo que es el amor”.

Nosotros seguimos celebrando la belleza de su poesía.

Sus restos reposan en el Cementerio de Brockley y Ladywell, al sudeste de Londres.

Sobre su tumba se lee uno de sus poemas, titulado con una cita de las Odes de Horacio, Vitae Summa Brevis Spem Nos Vetat Incohare Longam:



LA VIDA ES TAN BREVE QUE NO ADMITE ESPERANZA LARGA.


Muy breves son los llantos y las risas

y los amores, odios y deseos,

y de ellos nada, nada nos llevamos

al pasar el umbral.

Muy breves son los días de vino y rosas:

De un sueño en brumas nuestro sino emerge

y se cierra después de un breve instante

en otro sueño igual.



UNA ÚLTIMA PALABRA - (A last word)

 

Vamos pues: está cerca la noche;

ha muerto el día, las aves han volado;

y hemos recogido la siembra de los dioses;

desconsuelo y muerte; profunda oscuridad sobre la tierra,

pensativos como un buho, no podemos comprender

el llanto ni la risa, porque sólo aprendemos

superando la vanidad: sólo banalidades

han guiado nuestra perversa y desorientada voluntad.

Vamos pues, a un lugar extraño y frío,

a las Tierras Vacías donde justos y pecadores

encuentran su final, donde reposan los ancianos,

liberados del amor, el miedo y la lujuria.

¡Juntemos nuestras manos laceradas! Roguemos que la tierra

envuelva nuestros corazones enfermos de vida

y los convierta en polvo.



NO SOY EL QUE ERA BAJO EL REINO DE LA BELLA CYNARA.


                                                                                      Non sum qualis eram bonae sub regno Cynarae. 

                                                                                                                                                     Horacio en Odes.


Anoche, ah, ayer en la noche, entre sus labios y los míos
¡cayó tu sombra, Cynara! se dispersó tu aliento
sobre mi alma, en medio de los besos y los vinos;
estaba desolado y enfermo de una vieja pasión,
sí, desolado, mi cabeza inclinada:
¡te he sido fiel, Cynara! a mi manera.
 
Toda la noche sentí en mi corazón sus cálidos latidos,
toda una noche de amor y sueño entre mis brazos;
sin duda fueron dulces los rojos besos de su boca vendida;
pero estaba desolado y enfermo de una vieja pasión,
cuando desperté y vi que era gris la madrugada;
¡te he sido fiel, Cynara! a mi manera.
 
¡Tanto he olvidado, Cynara! llevado por el viento,
lanzando rosas desaforadamente entre la muchedumbre,
bailando, para olvidar tus lívidos, perdidos lirios;
pero estaba desolado y enfermo de una vieja pasión,
sí, siempre, porque era la danza interminable;
¡te he sido fiel, Cynara! a mi manera.
 
Clamé por música más frenética y un vino más fuerte,
pero cuando termina la fiesta y las luces se apagan,
¡entonces cae tu sombra, Cynara! la noche es tuya;
y yo, desolado y enfermo de una vieja pasión,
sí, sediento de los labios de mi deseo:
¡te he sido fiel, Cynara! a mi manera.