CAPÍTULO XII - ROBERT BURNS

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 CAPÍTULO XII - ROBERT BURNS


ROBERT BURNS


 

Poeta Nacional de Escocia, ícono de la literatura de su país, pionero del movimiento romántico, reconocido mundialmente.

Alloway, Ayrshire, 25-01-1759; Dumfries, 21-07-1796.

Burns es el más celebrado poeta en lengua escocesa, aunque gran parte de su obra está escrita también en inglés.


Era el hijo mayor de los arrendatarios William Burnes y Agnes Broun. El padre había llegado a Ayrshire desde Kincardineshire en un esfuerzo por mejorar su fortuna, pero, aunque trabajó intensamente primero en la granja de Mount Oliphant, que alquiló en 1766, y luego en la de Lochlea, que adquirió en 1777, la mala suerte lo persiguió y murió en 1784, agotado y arruinado.

De ellos recibió Robert una educación rudimentaria, que trataron de compensar animándolo a leer a poetas y escritores de su tiempo, y a celebridades como Shakespeare y Milton. Años más tarde descubriría a Robert Fergusson, otro gran poeta escocés que tuvo gran influencia en la poesía de su última década.


Desde su adolescencia y a medida que su poesía iba ganando en calidad, también se hizo famoso por sus muchos amores, su rebelión contra las instituciones religiosas y la moral ortodoxa, y sus críticas contra el sistema político que patrocinaba el rígido sistema de clases.

En 1785 fue padre de Elizabeth, su primera hija, que tuvo con Elizabeth Paton, empleada doméstica de su madre. En ese mismo año dejó embarazada a Jean Armour, pero el padre de ella no les permitió casarse. Decepcionado, empezó a cortejar a Mary Campbell, una chica de su entorno que había conocido en la iglesia y a quien le dedicó los poemas The Highland Lassie O, Highland Mary  y To Mary in Heaven.

Su canción Will ye go to the Indies, my Mary? sugiere que planeaban emigrar a Jamaica, plan que se frustró debido a la inesperada muerte de Mary, a la publicación de sus Poems, Chiefly in the Scottish Dialect, con los que tuvo gran éxito, y al nacimiento de los gemelos con Jean.


En el otoño de 1786 Robert se mudó a Edimburgo donde publicó una segunda edición de sus poemas, con los que obtuvo un éxito aún mayor.

Su estadía en Edimburgo también derivó en algunas amistades para toda la vida, entre las que se encontraban las de Lord Glencairn, y Frances Anna Dunlop, quien se convirtió en su patrocinadora ocasional y con quien mantuvo correspondencia durante muchos años. Después empezó una relación con la separada Agnes “Nancy” McLehose, con quien solo intercambió apasionadas cartas que firmaban con los seudónimos de “Sylvander” y “Clarinda”. Cuando Robert entendió que la relación no avanzaba, empezó a cortejar a Jenny Clow, la empleada doméstica de Nancy, quien le dio un hijo, Robert Burns Clow, en 1788. También tuvo una aventura amorosa con otra empleada doméstica, Margaret “May” Cameron.

Su relación con Nancy terminó en 1791 con un encuentro final en Edimburgo cuando ella estaba a punto de zarpar a Jamaica. Antes del viaje, Robert le envió el manuscrito de Ae Fond Kiss como despedida.


A principios de 1787, Robert conoció a James Johnson, un grabador y vendedor de música que pasaba dificultades financieras, enamorado de las antiguas canciones escocesas y con la determinación de preservarlas. Burns compartió este interés y se convirtió en un colaborador entusiasta del Museo Musical Escocés. El primer volumen se publicó en 1787 e incluía tres canciones de Burns. Contribuyó con 40 canciones al volumen dos, y terminó siendo responsable de alrededor de un tercio de las 600 canciones de toda la colección, además de hacer una contribución editorial considerable. El volumen final se publicó en 1803.

A su regreso de Edimburgo en febrero de 1788, reanudó su relación con Jean Armour y alquiló Ellisland Farm, una granja ubicada 10 kilómetros al noroeste de Dumfries, a donde se mudó en junio.

Jean y Robert finalmente pudieron contraer matrimonio el 5 de agosto de 1788. Tuvieron nueve hijos, de los cuales solo tres superaron la infancia.


Además de hacer composiciones originales, Burns también recopiló canciones populares de toda Escocia, a menudo revisándolas o adaptándolas. Su poema y canción Auld Lang Syne se canta a menudo en Hogmanay el último día del año, y Scots Wha Hae sirvió durante mucho tiempo como himno nacional no oficial del país. Otros poemas y canciones de Burns que siguen siendo bien conocidos en todo el mundo son A Red, Red Rose, A Man's a Man for A'That, To a Louse, To a Mouse, The Battle of Sherramuir, Tam o'Shanter  y Ae Fond Kiss.

Tam O'Shanter, una historia que parece ser autobiográfica acerca de un granjero, es considerada una obra maestra de la poesía narrativa. En 1793 contribuyó a la editorial George Thomson con una selecta colección de arias escocesas originales. Este trabajo y el Scots Musical Museum constituyen la mayor parte de los poemas y canciones populares de Burns.


En 1792, escribió para A Select Collection of Original Scottish Airs, unas cien canciones al igual que varios versos humorísticos.

En Mauchline, donde encontró el ambiente para escribir una buena parte de su trabajo poético, se le honra con The Burns House Museum, un obligado destino turístico.

Auld Lang Syne, uno de sus poemas más populares se canta con frecuencia a manera de himno de despedida.

Su poesía rescata esencialmente los temas del folclore escocés y la vida sencilla de sus contemporáneos.


En sus años finales, Robert Burns simpatizó con la Revolución Francesa en el extranjero y con la reforma radical en su país, ninguna de las cuales era popular entre sus vecinos y amigos.

Siempre propenso a contraer enfermedades, probablemente derivadas de una cardiopatía congénita, murió en la mañana del 21 de julio de 1796, con apenas 37 años.

El funeral tuvo lugar el 25 de julio, el mismo día en que nació su hijo Maxwell.

Una edición conmemorativa de sus poemas fue publicada para recaudar dinero para su esposa e hijos.


Sus restos reposan en el Cementerio de San Miguel, en Dumfries, Escocia. El epitafio dice:


El genio poético de mi país me encontró en el surco y arrojó sobre mí su manto inspirador.

Me invitó a cantar los amores, las alegrías, las escenas y placeres rurales de mi tierra natal, en mi lengua materna.

Afiné mis notas toscas y salvajes, en la medida en que ese genio me inspiró.


Sus últimas palabras:

No permitáis que el pelotón de los torpes dispare sobre mi tumba.




EL EPITAFIO DEL BARDO - (A Bard’s Epitaph)

 

Hay un inocente súbitamente inspirado,

muy rápido para pensar, muy impulsivo para mandar,

muy tímido para buscar, muy orgulloso para obedecer,

deja que se acerque;

y entona una canción sobre este montón de hierba,

y derrama una lágrima.


Hay un bardo de rústico canto,

que, a su pesar, roba la atención de la multitud

que semanalmente llena este espacio.

¡Oh, no pases de largo!

Con un sólido sentimiento fraterno,

deja aquí un suspiro.


Hay un hombre, cuyo juicio certero

puede señalar a otros el camino,

aunque recorre, él mismo, la carrera loca de la vida,

salvaje como las olas;

haz aquí una pausa y, a través de esa lágrima que brota,

contempla esta tumba.


El pobre que aquí duerme

siguió rápidamente el camino de la sabiduría,

y sintió profundamente el rayo de la amistad,

y su llama más suave;

pero ahora lo cubren locuras sin sentido

que manchan su nombre.


¡Lector, escúchame! Sea que tu alma

se eleve en los vuelos de la fantasía más allá de los polos,

o como una larva cave este agujero terrenal

en búsqueda profunda:

No olvides que la prudencia, la cautela, el autocontrol,

son las raíces de la sabiduría.




UNA ROSA ROJA, ROJA - (A Red, Red Rose)


Mi amor es como aquella rosa roja

que en junio nuevamente floreció;

mi amor es como aquella melodía

de dulce y afinado diapasón.


Estoy de ti, bellísima zagala

enamorado tan profundamente

que te amaré, querida, todavía,

el día en que el océano se seque.


El día en que el océano se seque

y al sol todas las rocas se deshagan,

te seguiré queriendo, amada mía,

mientras la arena de la vida pasa.


¡Y que te vaya bien, mi único amor!

¡Y que te vaya bien por largo tiempo!

que yo desandaré, querida mía,

las diez mil o más millas de regreso.



 

PASANDO POR EL CENTENO - (Coming Through the Rye)


Pasando por el centeno, pobre chica,

pasando por el centeno,

arrastraba las enaguas

pasando por el centeno.


Cuando dos cuerpos se encuentran,

pasando por el centeno

y los dos cuerpos se besan,

¿hace falta que alguien llore?


Cuando dos cuerpos se encuentran,

pasando por la cañada,

y los dos cuerpos se besan,

¿tiene que saberlo el mundo?


Jenny está mojada, pobre;

casi nunca estuvo seca,

arrastraba las enaguas,

pasando por el centeno.



 

CITAS


- ¡Ah, si nos fuera dado el poder de vernos como nos ven los demás! De cuántos disparates y necedades nos veríamos libres.


- Las cuerdas que en su vibrar nos producen dulces placeres, son las mismas que nos estremecen con sus notas de tristeza.


- No existe nada tan incierto como lo seguro.