CAPÍTULO LXV - WALTER DE LA MARE

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 CAPÍTULO LXV
                                            WALTER DE LA MARE
 
Walter John (Jack) de la Mare, poeta, cuentista, ensayista, dramaturgo, crítico y novelista británico.
Charlton, Kent, 25-04-1873; Twickenham, Middlesex, 22-06-1956.
Fue educado en la Escuela del Coro de la Catedral de San Pablo, antes de ingresar a la Anglo-American (Standard) Oil Company en Londres, como empleado del departamento de estadística desde 1890 hasta 1908. A sus treinta y cinco años, una pensión concedida por el gobierno le permitió dedicarse a tiempo completo a la escritura.
Tenía veinte años cuando conoció a Constance Elfrida Ingpen en el grupo de teatro Esperanza en Wandsworth en 1893.
Ella se convirtió en su protagonista y estrella de sus producciones teatrales.
En mayo de 1894, ambos asumieron los papeles principales en una obra de teatro escrita por Jack y, aunque Elfrida era más de 10 años mayor que Jack, pronto se convirtieron en un buen “equipo”.
Se casaron en agosto de 1899 en la iglesia parroquial de Battersea y tuvieron cuatro hijos.
Los premios y honores que recibió durante su vida por sus cuentos, novelas, poesía y crítica, compilaciones y ediciones de antologías, incluyen: Polignac Prize de la Royal Society of Literature en 1911, por The Return; James Tait Black Memorial Prize for Fiction en 1922, por Memoirs of a Midget; Carnegie Medal de la Library Association en 1947, por Collected Stories for Children; Companion of Honour en 1948; Order of Merit en 1953; Foyle Poetry Prize en 1954; y unos cuantos grados honorarios de universidades como Cambridge, Oxford y St. Andrews, entre otras.
Su obra, extensa y versátil, consta de 27 libros de poesía, 21 libros de poemas y cuentos para niños, 5 novelas y 7 libros de relatos.
En 1947 se agruparon sus cuentos infantiles en Collected Stories for Children; en 1950 el profesor y crítico literario estadounidense Edward Wagenknecht editó los relatos en The Collected Tales of Walter De La Mare; y en 1969 sus poemas se recopilaron en The Complete Poems.
Por otra parte, el poeta Wystan Hugh Auden hizo una muy bien comentada antología en 1963, titulada A Choice of De La Mare’s Verse.
Walter De La Mare murió luego de una segunda trombosis coronaria y sus cenizas reposan en la Catedral de San Pablo en Londres.
Sobre su tumba hay una inscripción con la última estrofa de su poema Vain questioning:

Donde se abre la flor cuando sus pétalos se marchitan
donde duerme el eco de la música terrestre
donde lo transitorio vence a lo inmutable
allí esperan que tu espíritu duerma en paz.

Sus últimas palabras fueron para una de sus hijas, que le preguntó si quería frutos o flores: No, querida, demasiado tarde para frutos, demasiado temprano para flores.


OTOÑO - (Autumn)

Hay viento allí donde la rosa estaba;              
y lluvia allá donde la hierba estaba;     
y nubes como ovejas
flotan en las laderas
del cielo gris donde la alondra estaba.

No hay oro ya donde tu pelo estaba;  
y no hay calor donde tu mano estaba;
como un fantasma, nimio,
debajo del espino,
tu espectro está donde tu rostro estaba.

Viento infeliz donde tu voz estaba;     
llantos allí donde mi pecho estaba;
pero siempre conmigo,
hijo, siempre conmigo,
todo el silencio donde el sueño estaba.


UN EPITAFIO - (An Epitaph)

Descansa aquí una dama encantadora
de corazón risueño y paso alegre
hermosa ella entre las más hermosas
flores de las praderas del Oeste.

Pero se apaga y muere la belleza
y es, sin embargo, tan esquiva y breve.
¿Alguien se acordará cuando yo muera
que ella fue la más bella del Oeste?
 
 
LOS OYENTES - (The Listeners)

“¿Hay alguien ahí?”, dijo el Viajero,
golpeando la puerta iluminada por el claro de luna;
y su caballo, en medio del silencio, masticaba las hierbas
en el suelo del bosque tapizado de helechos;

un pájaro voló desde la torre,
sobre la cabeza del Viajero;
y él golpeó la puerta por segunda vez;
“¿Hay alguien ahí?”, dijo de nuevo.
Pero nadie salió al encuentro del Viajero;
Y entre los tenues rayos de la luna sobre la escalera tenebrosa
Y él sintió en su corazón la extrañeza,
Ni un leve movimiento hicieron los oyentes,
nadie desde el alféizar bordeado de hojas
se inclinó para mirar entre sus ojos grises,
mientras él esperaba inmóvil y perplejo.

Solo una corte de oyentes fantasmales
que entonces moraban en la casa solitaria
se quedó escuchando en la quietud del claro de luna
aquella voz del mundo de los hombres:
que desciende hasta el vestíbulo vacío,
oían con atención a través del aire agitado y estremecido
por la llamada del Viajero solitario.
la quietud como respuesta a su llamado,
mientras su caballo pacía en la oscuridad de la hierba,
bajo un cielo de hojas y estrellas;

y de pronto sacudió la puerta,
con más fuerza aún, y levantó la cabeza:
“Díganles que vine y nadie respondió,
que cumplí mi palabra”, dijo.
aunque cada palabra que decía
era un eco en las sombras de la casa en silencio,
de la voz del único hombre que quedaba despierto:

Entonces oyeron su pie sobre el estribo,
y el sonido metálico por la senda de piedra,
y cómo el silencio regresó quedamente,
cuando el ruido de los cascos se desvaneció.


UNA CITA

- Una vez que un hombre se aleja del rebaño, es más probable que en los matorrales se encuentre con lobos que con ángeles.