CAPÍTULO LXXV - ALEXANDER POPE

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 CAPÍTULO LXXV

ALEXANDER POPE

 

Alexander Pope, poeta, escritor y traductor inglés, muy conocido por sus poemas satíricos y traducciones de La Ilíada y La Odisea de Homero.

Londres, 21-05-1688; Twickenham, 30-05-1744.

Nació en el seno de una familia católica romana, por lo cual tuvo que ser educado por profesores particulares, ya que la religión oficial era la protestante de la Iglesia de Inglaterra. Sus padres eran el comerciante Alexander Pope Sr. y Edith Turner.

Desde joven padeció de malformaciones y atrofia de crecimiento, ocasionadas por una forma de tuberculosis ósea conocida como el mal de Pott, que le afectó la columna vertebral. De hecho, su estatura apenas llegaba a los 1,37 metros.

Fue muy amigo de Jonathan Swift y John Gay, y formó parte del exclusivo círculo de escritores que frecuentaban la elegante sociedad londinense Ars Poetica (L’Art Poétique) del preceptista francés Nicolás Boileau-Despréaux.

Fue un niño precoz, empezó a escribir poesía a los 12 años y muy pronto llamó la atención de un notable librero que en 1709 publicó su primera obra, Pastorals.

Luego empezó a trabajar en el que sería el primer poema didáctico moderno que aparecía en Inglaterra, Essay on Criticism, publicado en 1711 y destinado a marcar un renacimiento de la escena literaria de su tiempo.

En 1712 la aparición de The Rape of the Lock, una brillante parodia heroica sobre los salones de la alta sociedad, basada en el hecho real de un joven que intenta conseguir un rizo del cabello de su amada, lo convirtió inmediatamente en un poeta famoso. Al año siguiente vio la luz su última colección de poemas.

A partir de 1718 la traducción en verso de La Ilíada le reportó los mayores reconocimientos literarios y económicos. Esto le permitió la independencia financiera y se estableció entonces en una hermosa villa en Twickenham, donde vivió hasta el final de sus días alternando la tranquilidad de una vida retirada con sus inquietudes intelectuales y sesiones ocasionales con sus amigos de la alta sociedad.

Entre 1725 y 1726, con William Broome y Elijah Fenton se dedicaron de lleno a la traducción de La Odisea, que también tuvo elogiosos comentarios de la crítica y del público. También dirigió una edición de las obras de Shakespeare.

En 1727, escribe en compañía de Jonathan Swift una serie de críticas y parodias contra quienes consideraban los peores escritores del momento.

En 1728 publica la primera versión de The Dunciad, una mordaz sátira que celebra la estupidez. Más tarde incorpora material adicional y lleva la obra a cuatro volúmenes, el último de los cuales apareció en 1743.

En 1734 terminó Essay on Man y al año siguiente The Prologue to the Satires. En 1738 terminó Imitations of Horace, una sátira donde ataca la corrupción y venalidad de Sir Robert Walpole y la indiferencia del Rey Jorge II.

Así, Pope alcanzaba lo que nadie en el mundo de las letras había logrado antes, ser reconocido y celebrado en toda Europa, vivir de su actividad literaria y contar con la admiración y la amistad de los personajes más famosos de su tiempo a quienes recibía con frecuencia en su residencia junto al Támesis. Allí murió de tuberculosis a los 56 años.

Pope nunca se casó, pero tuvo unas cuantas amigas a quienes dedicaba ingeniosas cartas y poemas, entre ellas Lady Mary Montagu y la aristócrata británica Martha Blount, que fue probablemente una de las más cercanas, -el escritor escocés Robert Carruthers en The Life of Alexander Pope, refiere que fueron amantes- a quien dedicó algunos de sus más memorables poemas y legó la mayoría de sus propiedades.

Las cenizas de Pope reposan en la Iglesia de Santa María en Twickenham, Inglaterra. Allí se lee:

El que no escribió nada absurdo.


Su amigo William Warburton, obispo de Glucester, erigió posteriormente un monumento en la pared norte de la misma Iglesia, con ésta inscripción:


HABLA EL POETA

Para alguien que no pudo ser enterrado

en la Abadía de Westminster.

¡Héroes y Reyes! Guardad vuestra distancia;

dejad descansar en paz a un pobre poeta;

que nunca aduló a gente como vosotros:

Permitid que Horacio se sonroje, y Virgilio también.


Sus últimas palabras:


Aquí estoy, muriendo de un centenar de buenos síntomas.



EL CRISTIANO MORIBUNDO A SU ALMA - (The Dying Christian to His Soul)


¡Chispa vital del fuego de los cielos!

Deja, sí, deja esta armadura mortal:

Temblando, esperando, persistiendo, volando,

¡Oh, el dolor, la bendición de morir!

Detén, ferviente Naturaleza, detén tu lucha,

y deja que la vida me consuma.


¡Escucha! Los ángeles hablan, susurran,

¡Espíritu Hermano, apártate!

¿Qué es esto que me absorbe totalmente,

roba mis sentidos, oscurece mi vista,

ahoga mi espíritu, consume mi aliento?

¿Dime, alma mía, ¿puede ser la muerte?


¡El mundo retrocede, desaparece!

¡El cielo abre mis ojos, mis oídos,

con sonidos de timbre seráfico!

¡Dame, dame tus alas! ¡Subo! ¡Vuelo!

¡Oh tumba! ¿Dónde está tu victoria?

¡Oh Muerte! ¿Dónde está tu poder?



ODA A LA SOLEDAD - (También se conoce como Sobre la vida tranquila)


Feliz el hombre de ansias y temores

ceñidos a unos acres paternales,

feliz de respirar su aire nativo,

en su propio terruño.


Sus vacas le dan leche, pan el campo,

sus rebaños resuelven su atavío,

sus árboles dan sombra en el verano,

y en el invierno fuego.


Bendito el que consigue sin angustias

el paso de las horas, días y años,

con la salud del cuerpo y paz del alma,

en la quietud del día.


Sueño tranquilo, con estudio y calma,

y alegre diversión, todos en uno;

y la inocencia, que a los más agrada,

con la meditación.


Déjame así vivir, inadvertido;

déjame así morir, sin un lamento;

y que me pueda ir sin que una lápida

revele mi reposo.



CITAS

- Algunas personas nunca aprenderán nada por la sencilla razón de que lo entienden todo demasiado pronto.


- Las historias están más llenas de ejemplos de perros fieles que de amigos fieles.


- El que dice una mentira no se da cuenta del trabajo que emprende, pues tiene que inventar otras mil para sostener la primera.


- Lo que nos aprovecha no es estar exentos de faltas sino haber sabido vencerlas.


- Las palabras, como las hojas, cuando abundan, hay poco fruto entre ellas.


- Con las mentes pequeñas ocurre lo mismo que con las botellas de cuello estrecho; cuanto menos contienen, más ruido hacen al vaciarlas.