CAPÍTULO LXVII - EDGAR LEE MASTERS

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CAPÍTULO LXVII

                                              EDGAR LEE MASTERS *


 Edgar Lee Masters, poeta, novelista, biógrafo, dramaturgo y abogado estadounidense.

 Garnett, Kansas, 23-08-1868; Philadelphia, Pensilvania, 05-03-1950.
 Sus padres fueron el abogado Hardin Wallace Masters y Emma Dexter. Muy pronto su   familia se mudó a Lewistown, Illinois, la ciudad cercana a Springfield donde Edgar creció.   Asistió al Knox College, donde aprendió griego y alemán, pero debido a las finanzas de la   familia se vio obligado a retirarse después del primer año y a continuar sus estudios en   privado. Fue admitido en el Colegio de Abogados en 1891 y se mudó a Chicago en 1892,   donde encontró un trabajo en Edison Company.
 Después de numerosas aventuras de adolescencia y juventud, una noche de 1896 en un     bazar de caridad de la Chicago Friendly Aid Society, justo al lado de su casa, se sintió   repentinamente deslumbrado por la belleza y personalidad de Helen Mary Jenkins, hija de   Robert Jenkins, un influyente abogado de Chicago y su esposa Marcia. Con veintidós años,   rubia, de ojos color amarillo-gris, Helen acababa de graduarse en el Conservatorio de   Música del cercano Rockford College, con énfasis en piano y expresión vocal. Se   comprometieron en noviembre de ese año y se casaron a mediados de 1898.
 Con año y medio de preparación para la boda, tuvieron tiempo de conocerse mejor, y el   poeta percibió que casarse no era la mejor decisión y, de hecho, estuvo a punto de romper   el  compromiso, pero cedió a la presión social y a la sugerencia de su padre sobre que no   tenía más remedio que casarse con Helen. Se sintió “como un hombre que va a la silla   eléctrica”.
 Tal vez se veía más cómodo en su condición de soltero, al tanto como estaba de su   incapacidad para permanecer fiel a una mujer.
 Años después, escribiría: “Nunca tuve ninguna locura por ella”… “una mujer hermosa, con   una personalidad en la cual había muchas virtudes, demasiadas para mí”.
 Muy pronto, en abril de 1899 llegó Hardin, el primero de los tres hijos que tuvieron.  Entre  las responsabilidades y rutinas propias del matrimonio, y sus aventuras  extramatrimoniales -Tennessee Mitchell y Lillian Pampell Wilson, las más visibles-, sintió  que le faltaba aire y que no tenía libertad suficiente para dedicarse a la literatura.
 En 1921, Helen le negó el divorcio y el poeta abandonó su familia y se marchó a Europa.   Cuando finalmente acordaron separarse en 1922, él regresó a New York y en 1926 volvió a   casarse, esta vez con Ellen Frances Coyne, hija de un inmigrante irlandés y treinta años   más joven que él. Ella siguió su carrera como maestra, mientras él se instaló en el Hotel   Chelsea, a escribir.
 Ellen le dio su cuarto hijo y lo acompañó hasta su muerte.
 Su primera colección de poemas A book of verses, se publicó en 1898. Sus primeros libros,   algunos de los cuales fueron publicados bajo el seudónimo de Dexter Wallace, muestran   marcadas influencias de los poetas románticos ingleses y de Edgar Allan Poe.
 Durante algún tiempo, Masters le había enviado sus poemas a Marion Reedy, editor   del Reedy’s Mirror. Los poemas no se publicaron, pero Reedy mantuvo la correspondencia   con Masters y le envió una copia del libro de John William Mackail Selected Epigrams from the Greek Anthology. Su lectura le inspiró la obra que habría de consagrarlo: Spoon  River Anthology, una colección de monólogos a manera de epitafios en verso libre, grabados sobre las tumbas de un cementerio imaginario de Illinois, que narran la apología que cada uno de los muertos hace de sí mismo.
A través de las voces del más allá, van apareciendo el realismo, el cinismo, la hipocresía, los dramas íntimos, la mentira del sueño americano, las angustias y la pérdida de valores de la sociedad en que vivieron. No hubo quién se salvara: Retrató a ricos y pobres, héroes y villanos, putas y santas, ladrones y filántropos, fieles e infieles, religiosos y ateos, y más, muchos más.
Entre 1914 y 1915 los poemas fueron serializados en el Reedy’s Mirror. Luego fueron descubiertos por Harriet Monroe, el editor de Poetry, quien ayudó a Masters a publicar una edición completa en 1915. El éxito fue inmediato y rápidamente se reflejó en una veintena de ediciones, hasta convertirse en uno de los libros más populares en la historia de la poesía estadounidense. Para 1940 llevaba 40 ediciones.
Masters nunca volvería a conocer un éxito igual al de Spoon River Anthology. Sus numerosas publicaciones posteriores incluyeron seis novelas, veintiún poemarios, doce piezas de teatro y biografías de Abraham Lincoln, Mark Twain y Walt Whitman, por citar algunas, pero ninguna le devolvió los laureles de su célebre Anthology.
En sus últimos años recibió condecoraciones como el Poetry Society of America Award, el Shelley Memorial Award, una subvención de la American Academy of Arts and Letters, y la Academy Fellowship en 1946.
Murió en una casa de convalecencia en Filadelfia y sus restos reposan en el Cementerio de Oakland en Petersburg, Illinois.
Sobre la tumba se leen estos versos de su extenso poema Mañana es mi cumpleaños (To-morrow is my birthday, publicado en Toward the Gulf):

Buenos amigos, vamos por los campos...
Después de un corto paseo y con su venia,
creo que dormiré. No hay cosa más dulce,
ni destino más bendecido que dormir.

Soy un sueño salido de un sueño bendito.
Caminemos y oigamos el canto de la alondra.
 
 
EPITAFIO PARA ANNE RUTLEDGE.
(Prometida de Abraham Lincoln, fallecida trágicamente).

Brotan de mí, indigna y desconocida
las vibraciones de una música inmortal.
“Malicia contra nadie, caridad para todos”.
Brotan de mí el perdón de millones hacia millones,
y el rostro caritativo de una nación
resplandeciente de justicia y verdad.
Soy Ann Rutledge y duermo bajo estas hierbas,
la amada de Abraham Lincoln,
casada con él, no por la unión, sino por la separación.
Florece para siempre, oh República, desde el polvo de mi seno.


ROSCOE PURKAPILE

Ella me amó. ¡Oh, de qué manera me amó!
Nunca tuve oportunidad de eludirla
desde el día en que me vio por vez primera.
Pero luego, después de casados, pensé
que ella podría probar su mortalidad y liberarme,
o divorciarse de mí.
Pero pocas mueren, ninguna renuncia.
Entonces me escapé y me fui un año de parranda.
Pero ella nunca se quejó. Dijo que todo estaría bien,
que yo regresaría. Y regresé.
Le dije que mientras paseaba en un bote,
había sido capturado cerca de la calle Van Buren
por piratas del Lago Michigan, y encadenado,
por lo cual no pude escribirle.
Ella lloró y me besó, y dijo que eso era cruel,
monstruoso, inhumano.
Entonces concluí que nuestro matrimonio
era un designio de la divina providencia
que solo podía ser disuelto por la muerte.
Y tuve razón.


SEREPTA MASON


La flor de mi vida podría haber florecido por todos lados

excepto por un viento amargo que marchitó mis pétalos

en el lado que ustedes en el pueblo podían ver.

Desde el polvo levanto una voz de protesta:
¡Mi lado floreciente no lo vieron jamás!
Ustedes, vivientes, ustedes son tontos de verdad
que no conocen los caminos del viento
y las fuerzas invisibles
que gobiernan los procesos de la vida.



TEODORO, EL POETA

(Para Theodore Herman Albert Dreiser, novelista y periodista estadounidense).

Cuando niño, Teodoro, te sentabas durante horas
en la ribera del turbio Spoon,
con los ojos clavados en la entrada de la madriguera del cangrejo
esperando que apareciera, arrastrándose,
primero sus antenas ondulantes, como pajas de heno,
luego su cuerpo grisáceo,
engalanado con el azabache de sus ojos.
Maravillado pensabas:
¿Qué sabe, qué desea, para qué vive?
Pensabas luego en hombres y mujeres
ocultos en las guaridas del destino de las grandes ciudades,
esperando que asomaran sus almas,
para ver
cómo viven, y para qué,
y por qué siguen arrastrándose con tanto afán
a lo largo del sendero arenoso donde escasea el agua
al final del verano.


CASSIUS HUEFFER

Grabaron en mi tumba estas palabras:
“Su vida fue apacible y los elementos se combinaron de tal modo
que la naturaleza podría levantarse y decirle al mundo:
Éste fue un hombre.”
Los que me conocieron sonríen
mientras leen esta retórica vacía.
Mi epitafio debió decir:
“La vida no fue amable con él
y los elementos se combinaron de tal modo
que casó una pelea con la vida
en la cual resultó muerto.”
¡Mientras viví no pude enfrentar las lenguas injuriosas,
y ahora que estoy muerto debo soportar un epitafio
grabado por un necio!


CITAS

- ¡Por fin! ¡Por fin América ha descubierto un poeta!
    (Ezra Pound).


- A esta generación le diría: Memoriza algún trozo de un verso de verdad o belleza.


- La lengua puede ser un miembro rebelde, pero el silencio envenena el alma.


* Con información de Edgar Lee Masters: A Biography. Herbert K. Russell. University of Illinois Press. Urbana and Chicago. 2001.