UNIVERSOS - VOLUMEN II. CAPÍTULO XXXIV - CATHERINE POZZI

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 CAPÍTULO XXXIV 

CATHERINE POZZI

 

Catherine Marthe Louise Pozzi, poetisa y narradora francesa.

París, 13-07-1882; id., 03-12-1934.

      Era hija del cirujano Samuel Pozzi y de Thérése Loth-Cazalis, heredera de la alta burguesía de Lyon. Recibió una esmerada educación; desde pequeña tuvo preceptores particulares, aprendió a tocar piano y practicó tenis y equitación.

      A los veinticinco años estudiaba en el Saint Hugh’s College de Oxford, pero tuvo que retirarse, aparentemente por insinuaciones de su madre, para casarse dos años después con Edouard Bourdet, un joven cinco años menor. Luego, Bourdet se convirtió en exitoso autor dramático, pero el matrimonio fue un desastre que terminó en separación después del nacimiento de Claude, su único hijo.

      En 1913 conoció al dramaturgo André Charles Fernet, con quien se dice que tuvo una relación puramente platónica. Fernet fue piloto durante la Primera Guerra Mundial y murió cuando su avión fue derribado en inmediaciones de Bréhain, a mediados de 1916. Desde entonces, Catherine lo recordaría en su Diario, que había empezado tres años antes y llevaría hasta su muerte.

      Entre sus amistades cercanas figuraban el poeta Rainer Maria Rilke, el escritor Nobel de 1947 André Gide, la poetisa Anna de Noailles, la novelista Sidone-Gabrielle Colette, y el director de la Nouvelle Revue Française -NRF-, Jean Paulhan.

      Mención aparte merece su tormentosa relación de ocho años con el poeta Paul Valéry. Se conocieron a mediados de 1920, ella con 38 años y él con 49, presentados por su común amiga, la baronesa Renée de Brimont. El poeta llevaba ya veinte años casado con Jeannie Gobillard, sobrina de la pintora Berthe Morisot, e hizo cuanto estuvo a su alcance para ocultar la relación, que le habría significado un riesgo serio para su matrimonio.

      Para Catherine fue una pesadilla que la mantuvo a la sombra del poeta, no sólo en el plano sentimental, sino principalmente en el intelectual. Después de ocho años de relación casi secreta, Catherine finalmente tomó la decisión de romper con el poeta.

      Su obra literaria es muy breve: Sólo seis poemas, Ave, Vale, Scopolamine, Nova, Maya y Nyx, de los cuales Ave se publicó en la Nouvelle Revue Française, y los demás, un año después de su muerte en la revista Measures. Sin embargo, le alcanzaron para hacerse un lugar entre los íconos de la literatura francesa del siglo XX.

      También esribió la novela autobiográfica Agnès, publicada en la NRF bajo las misteriosas iniciales C. K., y dedicada a Audrey Deacon, una estadounidense a quien había conocido en 1903. La novela tuvo éxito inmediato y el propio director Jean Paulhan la calificó de “fresca maravilla”.

      La tuberculosis no le permitió terminar su ambiciosa obra, Peau d’âme, ensayo largamente trabajado que se publicó a partir de 1935.

      Además, escribió algunos artícuos científicos para Le Figaro.

Su famoso diario -Journal- publicado en 1987, y Journal de Jeunesse en 1995, arrojaron muchas luces sobre esta alma atormentada y permitieron rescatarla del limbo donde estuvo oculta durante tanto tiempo.

AVE

Muy alto amor, si yo llego a morir

sin saber del lugar donde te tuve,

en qué sol se encontraba tu morada,

en qué tiempo pasado y en qué hora

te amaba yo,


muy alto amor, que escapas al recuerdo,

fuego sin lar, razón de mi jornada,

en qué destino mi existencia trazas,

en medio de qué sueños va tu gloria,

oh mi refugio.


Cuando esté para mí misma perdida

y dividida en infinito abismo

y esté infinitamente destrozada,

cuando el presente del que estoy vestida

me haya engañado,


quebrada por el mundo en mil pedazos

de mil instantes todavía dispersos

de cenizas al aire evaporadas,

dirás que fue todo este tiempo extraño

sólo un tesoro,


revivirás mi imagen y mi nombre

con mil fragmentos que se lleva el día,

viva unidad sin nombre y sin figura,

corazón del espíritu, espejismo,

muy alto amor.


NYX - A Louise (Labbé) también de Lyon y de Italia.

Oh noches, noches mías, oh lúgubres esperas
oh terruño grandioso, oh tozudos secretos
oh miradas profundas, oh nubes fulminantes
oh vuelos permitidos más allá de los cielos.

Oh mi mayor deseo, sorpresa difundida
oh sendero precioso del espíritu alegre

oh mal de los peores, oh gracia recibida

oh pasadizo abierto que nadie había cruzado.

Y sin saber porqué, me desvanezco y muero
a punto ya de entrar en la morada eterna.
¿Cómo saber entonces de quién soy yo la presa?
¿Cómo saber entonces de quién soy el amor?


MAYA

Desciendo los peldaños de siglos y de arena
que a tu recuerdo traen el angustioso instante,

tierra de templos de oro, me sumerjo en tu fábula,
Atlántico adorado.

De un cuerpo que no es mío y escapa de la llama
caro nombre es el Alma, que el destino detesta —
Que se detenga el tiempo, que la trama se hunda,
vuelvo sobre mis pasos al abismo infantil.

Sobre el viento marino del oeste, los pájaros
se elevan, alegría, al antiguo verano
que, al fin de la ribera, duerme un sueño profundo.
Rocas, canto, rey, árbol largamente mecido
astros un tiempo atados a mi rostro primero,

rey sol extraordinario de calma coronado.


ESCOPOLAMINA

El vino que circula por mis venas
ahogó mi corazón y se lo lleva
y navegaré por el cielo
a bordo de un corazón sin capitán
que derrite el olvido como miel.

Mi corazón es un astro aparecido,
que nada en el divino sinigual.
¡A la deriva! ¡extraño devenir!
¡Oh periplo hacia el sol!
Un sonido nuevo y continuo
es el entramado de tu sueño.

Mi corazón abandonó mi historia
adiós, Forma que ya no siento más
estoy a salvo, estoy perdido
y voy buscando entre lo inexplorado
un nombre libre de la memoria.


NOVA

En un mundo futuro del tiempo en el que vivo
que en el cielo de hoy, aún no se ha formado,
en el espacio virgen que el ánimo desvía
en el reciente instante del astro del que huyo
vivirás, mi esplendor, mi tragedia y mi calma,
mi corazón extremo nacido de mi sangre,
mi mirada, mi tacto, mi aliento, mi deseo,
mi tesoro terrestre lanzado al infinito.

¡Evita el porvenir, Imagen perseguida!
Estoy muerta de ti, de mis amados actos,
no te des por vencido, distráete, libérate,
denuncia ese deseo que yo nunca elegí.

No completes mi día, alma de mi locura, —
abandona el destino que yo no terminé.

 

UNA CITA

- Escribo para no morir de soledad.