UNIVERSOS - VOLUMEN II. CAPÍTULO XXXIX - PIERRE DE RONSARD

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 CAPÍTULO XXXIX

PIERRE DE RONSARD

 

Poeta y diplomático francés, cabeza del movimiento renacentista llamado La Pléyade.

Castillo de la Possonnière, cerca de Couture, 11-09-1524; Saint Cosme, cerca de Tours, 27-12-1585.

      Era el menor de seis hijos de un culto y noble militar que tenía vocación poética y amplios conocimientos de latín.

      Tuvo como preceptor a su tío paterno, el clérigo Jean de Ronsard, quien le impartió su primera educación en la casa paterna. Al morir, el poeta heredó su biblioteca. A los nueve años fue enviado a estudiar en el Colegio de Navarra en París. A los doce años lo nombraron paje de la corte. Luego pasó tres años en la corte de Gran Bretaña y en 1940 regresó a Francia, al servicio del duque de Orleans.

      Fue enviado a misiones diplomáticas en  Irlanda, Escocia, Zelanda y Piamonte, en las cuales aprendió alemán, inglés e italiano, y adquirió conocimientos avanzados de latín.

      En 1545, en la corte de Blois, tuvo un amor platónico con la quinceañera Casandra Salviati, hija de un banquero italiano. Ella le inspiró Les amours de Cassandre, sonetos a la manera de Petrarca, publicados en 1552.

      En 1547 fundó el grupo poético La brigade que, años después, se convertiría en La Pléyade, grupo de poetas apasionados por los clásicos griegos y latinos.

      Entre 1550 y 1552 publicó sus cuatro libros de Odes (Odas), inspirados en Píndaro y Horacio.

      En 1555 conoce a Marie Dupin, pastora de quince años nacida en Bourgueil. Le dedicó Continuation des Amours, poemas de tono íntimo.

      Al año siguiente publica Les Hymnes, obra enciclopédica de temas políticos, religiosos y filosóficos dedicada a Margarita de Saboya.

En 1558 escribe para una joven desconocida con quien aparentemente pensaba contraer matrimonio, Sonnets pour Sinope.

      También merecen mencionarse Sonnets et Madrigals pour Astrée, dedicados a Françoise Babou de la Bourdaisiére, y Sonnets pour Hélène, publicado en 1578 e inspirado por Hélène de Surgères, dama de honor de Catalina de Médicis.

 

En sus últimos años perdió a muchos de sus amigos y murió casi totalmente olvidado en su priorato de San Cosme.

      Tal vez el mayor honor de sus contemporáneos fue llamarlo “el príncipe de los poetas y el poeta de los príncipes”.

      Sus restos reposan en el Cementerio Père Lachaise de París. Él mismo compuso su epitafio, que llamó La tumba de Ronsard:

Ronsard aquí reposa. Valiente ya en la infancia,

entretuvo a las musas del Helicón en Francia

tras las flechas de Apolo y al ritmo lastimero

del laúd. No lo libró su musa del certero

aguijón de la muerte que en su tumba lo encierra.

Vaya hasta Dios su alma, sus restos a la tierra.

 

LA MUERTE DE MARÍA - (Sur la mort de Marie)

Como se asoma en mayo la sensitiva rosa

bajo el celoso cielo rendido a su color,

con su cáliz primero, su juventud hermosa

que la alborada riega con llanto bienhechor,

con pétalos radiantes donde el amor reposa

que perfuman el aire de aroma embriagador

y por el fuego heridos o por lluvia copiosa,

lánguidamente mueren extasiados de amor:

Así en tu primavera de soñada princesa,

cuando el cielo y la tierra coreaban tu belleza,

la Parca te ha llamado y en cenizas reposas.

Por funeral te dejo mis lágrimas, mis quejas,

y en un ramo de flores mis plegarias añejas,

para que viva o muerta, seas tan solo rosas.

 

SONETO A HELENA - (Sonnet à Hélène)

Cuando llegues a vieja y a la luz de una vela
estés, de noche, hilando, sentada junto al fuego,
al entonar mis versos, dirás maravillada:
Fui bella en otros tiempos y Ronsard lo cantó.
No habrá entonces sirvienta que, oyendo tal noticia,
aunque por su trabajo luzca medio dormida,
al grito de mi nombre no se haya despertado,
bendiciendo tu nombre con un canto inmortal.
Yo estaré bajo tierra, ya fantasma sin huesos,
y a la sombra del mirto buscaré mi reposo:
Tú serás junto al fuego, una vieja encorvada,
llorarás tu arrogancia, lamentando mi amor.
Vive, si es que me crees, no esperes a mañana:
Recoge sin demora las rosas de la vida.

SONETO I - (Poésies diverses)

Ya no soy más que huesos, parezco un esqueleto,
demacrado, nervioso, sin músculos, escuálido,
que el signo de la muerte sin perdón ha marcado;
no puedo ver mis brazos sin que tiemble de miedo.
Apolo con su hijo, los dos, grandes maestros,
no pudieron curarme, sus artes me engañaron;
¡adiós sol placentero! mi ojo está apagado,
en un pozo de escombros mi cuerpo se va hundiendo.
¿Qué amigo al verme en este cadavérico estado,
no llega a mi morada con ojo triste y húmedo,
me consuela en la cama y en el rostro me besa,
enjugando mis ojos por la muerte dormidos?
¡Adiós mis compañeros! ¡Adiós, caros amigos!
yo me voy adelante y os preparo el lugar.

SEGUNDO LIBRO DE LOS AMORES - Canción XXVII
(Second libre des amours. Chanson XXVII)
Levántate, María, mi joven perezosa,
que ya la alegre Alondra va cantando en el cielo,
y el Ruiseñor gorjea pausada y dulcemente
sobre el cercano espino su lamento amoroso.
Levántate, veremos las perlas de rocío,
y tu rosal hermoso cubierto de capullos,
y tus bellos claveles que, al declinar la tarde,
recibieron el agua de manos diligentes.
Acuérdate que anoche tus ojos me juraron
que antes de levantarme, tú ya estarías despierta:
Pero a las chicas bellas el sueño de la Aurora
les mantiene los párpados dulcemente cerrados.
Cien besos en tus ojos y en tus bellos pezones
te mostrarán temprano la luz de la mañana.