CAPÍTULO XXXVIII - PHILIP FRENEAU
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CAPÍTULO XXXVIII
PHILIP FRENEAU
Philip Morin Freneau, poeta, ensayista y editor estadounidense, conocido
como el Poeta de la Revolución Americana.
Los críticos lo consideran un precursor del Romanticismo.
New York, NY, 02-01-1752; Matawan, Montmouth County, New Jersey, 18-12-1832.
Hijo de una
familia culta y adinerada que provenía de hugonotes franceses, fue educado
inicialmente por profesores particulares y posteriormente enviado a la que
luego sería Universidad de Princeton, donde se graduó a los 19 años. En el acto
de clausura del año escolar se le concedió la distinción de declamar su poema The
Rising Glory of America, escrito con la colaboración del escritor Hugh
Henry Brackenridge.
Tras su graduación fue escritor, editor, ensayista, empleado oficial, comerciante y granjero.
Participó activamente en las luchas independentistas, se embarcó como oficial en una nave mercante y fue hecho prisionero por los británicos, quienes lo sometieron a múltiples torturas. Freneau dejó escrita la amarga experiencia de su encarcelamiento en el buque prisión Scorpion y el buque hospital Hunter, en su poema de cuatro cantos The British Prison-Ship.
Posteriormente fue director entre otros,
de The New York Daily Adviser y más tarde de The National
Gazette.
The House of Night, es uno de sus poemas más conocidos, aunque la mayoría de sus críticos lo consideran una obra menor con algunos pasajes brillantes y una agradable atmósfera romántica inspirada en la naturaleza.
Merecen mencionarse también sus poemas The Jamaica Funeral, Santa Cruz, The Wild Honey-Suckle, The Indian Burying Ground, On a Honey Bee, On The Death of Dr. Benjamin Franklin, y The Vanity of Existence.
En sus últimos años se había retirado a
vivir en su residencia de Mount Pleasant, donde murió a causa de las múltiples
fracturas ocasionadas por una caída en un estanque.
Sus cenizas reposan en el Cementerio Union Prospect de Matawan, New Jersey.
El epitafio dice:
El cielo levanta su portal eterno y ordena que los puros de corazón contemplen a su Dios.
EPITAFIO DE LA MUERTE
(Death’s Epitaph. From “The House of Night”)
(De La Casa de la Noche).
Enferma
de dominio sobre la raza humana
la muerte
aquí ha dejado sus fatigados huesos;
contempla
sus comarcas de tierra devastada
y tasa
los millones que calcinó su fuego.
“Lleva ya
seis mil años mi reino soberano,
ha sido
sólo mía la verdadera gloria;
sobre la
faz del mundo tan sólo yo he reinado
y los
reyes temblaron al toque de la hora.
Incomparable
y vasta, la fama de mi genio
vuela
como los dioses y blande su guadaña,
y juro en
este instante por mi honor y los cielos
que el
nombre de Alejandro no significa nada.
No se
atreven las lanzas al paso de mi paso,
el mundo
se doblega y acata mi sentir;
si el
poderoso Julio murió bajo mi mano
son
Césares y esclavos lo mismo para mí.”
No
busques, caminante, sus más nobles trofeos
en
bóvedas oscuras de moribundas flores;
en todo
el mar profundo y en el terrestre imperio
sus
fieros enemigos se cuentan por millones.
EL CEMENTERIO INDIO
(The Indian Burying Ground).
A pesar del decir de los que saben,
sostengo mis antiguas opiniones;
la postura que damos a los muertos,
revela el sueño eterno de sus almas.
No fue así con los Indios de estas tierras -
liberados que fueron de la vida,
de nuevo están sentados con sus pares,
y de nuevo comparten el festín.
Aves soñadas, cuenco coloreado,
y venado, para un aviado viaje,
nos indican del alma la natura,
el frenesí, que no sabe de pausas.
Su arco doblado, para el tiro listo,
la cabeza de piedra de sus flechas,
sólo nos muestran que la vida pasa,
no las viejas ideas que se han ido.
Tú, forastero, que hasta aquí te acercas,
no injuries la memoria de estos muertos -
Observa el túmulo grandioso y di:
Ellos no yacen, pero aquí se sientan.
Aquí aún queda una elevada roca,
donde el ojo curioso hallará indicios
(hoy desechos, a medias, por las lluvias)
de los sueños de más valientes razas.
Aquí sigue soñando un olmo viejo;
bajo su larga sombra protectora
(que el buen pastor admira todavía)
¡los niños de este bosque ayer jugaban!
Hay una reina con frecuencia inquieta
(pálida Saba de trenzados bucles)
que muchos India ven de formas crueles
para enfrentar a quien allí se quede.
Bajo altas lunas, húmedos rocíos;
habituado a los ritos de la caza,
aún el cazador persigue al ciervo,
y ciervo y cazador ¡son una sombra!
Y verá la medrosa fantasía
al Jefe Indio y su punzante lanza,
y el Yo de la Razón habrá de hincarse
en medio de penumbras y delirios.
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