CAPÍTULO XXVI - ENID DERHAM

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 CAPÍTULO XXVI


ENID DERHAM

 


Poetisa y académica australiana.

Hawthorn, Melbourne, 24-03-1882; Kew, Melbourne, 13-11-1941.


Se educó en el Hessle College de Camberwell, luego en el Presbiterian Ladies’ College, y después en la Universidad de Melbourne. Allí obtuvo con honores su maestría en 1903, recibió la beca Shakespeare en 1904 y luego estudió en la Universidad de Oxford.

En 1922 fue nombrada profesora de inglés en la Universidad de Melbourne, cargo que ocupó hasta el final de sus días.


Llamó la atención de la crítica literaria con la publicación de un pequeño volumen de poesía llamado The Mountain Road and Other Verses. Poco tiempo después publicó Empire: A Morality Play for Children.


Con los años, colaboró esporádicamente con diversas publicaciones literarias, pero su reputación como poeta no llegó sino hasta 1958 cuando apareció una publicación póstuma con una selección de sus mejores poemas.


Murió repentinamente de una hemorragia cerebral en su residencia de Kew, un suburbio de Melbourne.



DESPEDIDA - (Farewell)


Dejo el mundo mañana, -

¿Noticias para el Reino de las Hadas?

Cansada estoy del barro y la tristeza

y de toda la gente alrededor.


Una luna serena, esplendorosa,

se mueve por los cielos más profundos,

atendida por vírgenes estrellas

apacigua las iras de los dioses.


No existe allí la cólera opresora,

ni el asomo siquiera de una lágrima;

tan solo las caricias de la brisa

que al corazón cansado tranquilizan.


La riqueza que el mundo loco sigue

se convierte en cenizas en la mano

de aquel que se recrea en las colinas

y florestas del Reino de las Hadas.


No hay tristeza en las ramas de los pinos

allí donde las hadas se divierten,

dejo el mundo mañana

por siempre y para siempre.



DESCANSO ETERNO - (Eternal rest)


Cuando el impaciente espíritu deja atrás

el estorbo de las horas y anhela el momento

de abandonar sus vestiduras de día y noche,

para arrojar la carne que lo ciñe y no pudieron atar

ni el indomable corazón ni la incansable mente;

escapa también de igual manera

el barro que alguna vez fue vida --

y será fuego arrojado sobre el viento.


No nos conviene cambiar a vestiduras deslumbrantes,

nosotros no, oh Tierra, para que hagas que termine

nuestra gris resistencia a la oscuridad y al frío.

Estos ojos han mirado con dolor, y ahora deberían descansar;

deseamos descanso, y en la paz de tu regazo

el largo y lento cambio hacia el olvido.


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