CAPÍTULO LXXXIV - ANNE SEXTON

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 CAPÍTULO LXXXIV

ANNE SEXTON

 

Anne Gray Harvey, poetisa estadounidense.

Newton, Massachusetts, 09-11-1928; Boston, 04-10-1974.

Era la menor de las tres hijas de una familia de la alta burguesía de Massachusetts y vivió la mayor parte de su vida en los barrios más exclusivos de Boston.

Cursó la escuela pública en Wellesley, dos años en la preparatoria de Rogers Hall y un año en el Garland Junior College de Boston.

Poco antes de cumplir 20 años abandonó los estudios y se fugó para casarse con Alfred Muller Sexton II (Kayo). Se casaron en agosto de 1948 y tuvieron dos hijas, Lynda y Joyce. Se divorciaron en 1973.

Luchó durante muchos años contra un trastorno mental que ya en su infancia se había manifestado a través de frecuentes altibajos emocionales, se agravó tras el nacimiento de su primera hija cuando le diagnosticaron depresión postparto, e hizo crisis de nuevo cuando nació su segunda hija. En adelante, sufrió estados de angustia que la llevaron a internarse en numerosas ocasiones para recibir tratamiento siquiátrico. Su terapeuta el Dr. Martín Orne, a quien le confesó un apetito sexual voraz con numerosos amantes de ocasión, le recomendó entonces que escribiera poemas.

La terapia incluyó seminarios, matrícula en el Taller de Poesía de John Holmes y asistencia a las clases del poeta Robert Lowell en la Universidad de Boston, donde conoció a Sylvia Plath. Los tres, Sexton, Plath y Lowell pasaron a formar parte de los llamados “poetas confesionales”.

Pronto, su poesía extravagante, distinta, fuera de las normas literarias de la época y con temas que las convenciones consideraban inaceptables para la poesía, -adulterio, incesto, masturbación, aborto, menstruación, drogas- empezó a publicarse nada menos que en The New Yorker, Harper’s Magazine y Saturday Review.

Su primer libro To Bedlam and Part Way Back, fue publicado en 1960 y llamó inmediatamente la atención debido a su naturaleza intensamente personal y despiadadamente honesta de autorrevelación de los poemas que registran su crisis nerviosa y su recuperación. El segundo, All My Pretty Ones, apareció en 1962 con la misma onda de autoexploración intransigente.

Sus libros fueron postulados al National Book Award, ingresó a la Royal Society of Literature, y obtuvo becas para viajar y escribir sus libros, de la Ford Foundation y del Congress for Cultural Freedom, y la beca Robert Frost para la Bread Loaf Writer´s Conference.

Fue profesora titular de la Universidad de Boston y Premio Pulitzer de poesía en 1967 por Live or Die, su tercer libro.

La Poetry Society of America le concedió el Shelley Award. Años después la nombraron miembro del jurado del Premio Pulitzer.

En 1968 obtuvo el premio Phi Beta Kappa de la Universidad de Harvard y al año siguiente el del Radcliffe College.

Recibió doctorados Honoris Causa de la Tufts University en 1970, de la Fairfield University en 1972 y del Regis College en 1973.

También merecen mencionarse obras como Love Poems (1969), Transformations (1971), The Book of Folly (1972), y The Death Notebooks (1974).

Con su amiga más cercana, la poeta Maxine Kumin, escribió algunos libros para niños incluyendo Eggs of Things (1963), Joey and the Birthday Present (1971), y The Wizard’s Tears (1975).

The Awful Rowing Toward God (1975), 45 Mercy Street (1976), editados por su hija, Linda Gray Sexton, y Uncollected Poems with Three Stories (1978) fueron publicados póstumamente.

Sin embargo, las campanas de la celebridad no fueron suficientes para mitigar su angustia existencial y, tras varios intentos, fue al garaje, se encerró en su Cougar, encendió el motor y esperó que el monóxido de carbono hiciera lo demás. No le alcanzó su constante “remar hacia Dios”, su búsqueda trascendental.

Había nacido la leyenda.

Sus cenizas reposan en el Cementerio y Crematorio Forest Hills de Jamaica Plain, Massachusetts.

Su frase favorita era el palíndromo “Rats live on no evil star” (Las ratas no viven en ninguna estrella maligna), que alguna vez sugirió como su epitafio.

 

LA VERDAD QUE LOS MUERTOS CONOCEN - (The truth the dead know).

Para mi madre, nacida en marzo de 1902, muerta en marzo de 1959, y para mi padre, nacido en febrero de 1900, muerto en junio de 1959.

No más, digo y me alejo de la iglesia,

no quiero procesión hacia la tumba,

que el muerto vaya solo en su carroza.

Es junio. Me cansé de ser valiente.


Vamos en coche al Cabo. Yo renazco

donde el sol se derrama desde el cielo,

donde la mar semeja una cancela,

y nos tocamos, mientras alguien muere.


Amor, el viento cae como piedras

del corazón del agua y nos tocamos

y nos compenetramos. ¡Nadie solo!

Por esta y otras cosas mata el hombre.


¿Y de los muertos qué? Yacen descalzos

en sus barcas de piedra. Son más piedra

que el mar si se detiene. Mas no quieren

bendiciones, garganta, ojos y huesos.

 

LA MUERTE DE SYLVIA - (Sylvia’s Death). Para Sylvia Plath.

Oh Sylvia, Sylvia,

con un ataúd lleno de piedras y cucharas,


con dos hijos, dos meteoros

vagando en la pequeña sala de juegos,


con tu boca en la boca del horno,

en la viga del techo, en la muda plegaria,


(Sylvia, Sylvia,

¿a dónde fuiste

después de escribirme

desde Devonshire

sobre el cultivo de patatas

y la cría de abejas?)


¿a qué te aferraste,

cómo pudiste yacer en esa urna?


¡Ladrona! -

¿Cómo te arrastraste hasta allí,


sola,

hasta esa muerte que tanto he deseado durante tanto tiempo,


esa muerte que dijimos que habíamos superado,

que llevábamos en nuestros magros senos,


de la que hablábamos tan a menudo cada vez

que en Boston nos bebíamos tres martinis extra secos,


la que nos hizo hablar de psicoanalistas y sanaciones,

de la que hablábamos como novias intrigantes,


la que nos dio motivos para beber

y hablar de la quietud de nuestras vidas?


(En Boston

los moribundos

viajan en taxi,

sí, es de nuevo la muerte,

ese regreso a casa

con nuestro chico).


Oh Sylvia, recuerdo al baterista soñoliento

que nos deslumbraba con una vieja historia,


cómo deseábamos que se acercara

como un sádico o un mariquita neoyorkino


para hacer su trabajo,

una necesidad, una ventana en una pared o una cuna,


y desde entonces él esperó

al amparo de nuestro corazón y a nuestra sombra,


y entiendo ahora que lo hayamos conservado,

año tras año, viejas suicidas,


y siento ante la noticia de tu muerte

un amargo sabor, como de sal.


(Y yo,

yo también.

Y ahora, Sylvia,

tú de nuevo,

con la muerte de nuevo,

aquel regreso a casa

con nuestro chico).


Y digo solamente,

con mis brazos extendidos hacia esa tumba,


¿qué es tu muerte

sino una vieja pertenencia,


un lunar que cayó

de uno de tus poemas?


¡Oh amiga,

como la luna es mala,

y el Rey se ha ido,

y la reina está desesperada

el bohemio debería cantar!


¡Oh pequeña madre,

tú también!

¡Oh graciosa duquesa!

¡Oh cosita rubia!


QUERER MORIR - (Wanting to die)

Me preguntas, pero casi nunca puedo recordar.

Voy en mi vestidura, sin huellas de ese viaje.

Entonces regresa la más innombrable lujuria.


Aun así, no tengo nada contra la vida.

Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,

los muebles que has colocado al sol.


Pero los suicidas tienen un lenguaje especial.

Como los carpinteros, quieren saber con qué herramientas.

Nunca preguntan por qué construir.


Dos veces me he convencido fácilmente a mí misma

de haber poseído al enemigo, de haber comido al enemigo,

de haber aprendido su destreza, su magia.


De este modo, densa y reflexiva,

más caliente que el aceite o el agua,

he descansado, babeando por la comisura de los labios.


No he pensado en mi cuerpo al borde del abismo.

Hasta había olvidado la córnea y los restos de orina.

Los suicidas siempre han engañado al cuerpo.


Nacidos sin vida, no siempre mueren,

pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce

que hasta los niños mirarían con una sonrisa.


¡Empujar toda esta vida bajo tu lengua! -

Eso, por sí mismo, se convierte en pasión.

La muerte es un hueso triste; magullado, dirías,


y, aun así, me espera, año tras año,

para reparar sutilmente una vieja herida,

para liberar mi aliento de su horrenda prisión.


A veces, los suicidas se encuentran allí, balanceándose,

rabiosos ante el fruto, una luna inflada,

dejando el pan que confundieron con un beso,


dejando la página de un libro descuidadamente abierta,

algo no dicho, el teléfono descolgado,

y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.


AMA DE CASA - (Housewife)

Algunas mujeres se desposan con casas.

Es otra clase de piel; tiene un corazón,

una boca, un hígado y movimientos intestinales.

Las paredes son permanentes y rosadas.

Mira cómo se sienta en sus rodillas todo el día,

limpiándose concienzudamente.

Hombres entran a la fuerza, regresando como Jonás

dentro de sus madres carnales.

Una mujer es su madre.

Eso es lo más importante.


ELIZABETH MUERTA - (Elizabeth Gone).

I

Yaces en el nido de tu muerte real,

más allá de la huella de mis nerviosos dedos

donde tocaron tu cabeza intranquila;

tu vieja piel arrugándose, la respiración de tus pulmones

breve como la de una adolescente mientras finalmente alzas tu mirada

hacia la mía que se pasea sobre el lecho humano,

y en algún lugar gritaste, deja que me vaya deja que me vaya.


Yaces en la caja de tu última muerte,

pero no eras tú, finalmente no eras tú.

Han embalsamado sus mejillas, dije;

esta mano de arcilla, esta máscara de Elizabeth,

no son reales. Desde el fondo del satén

y la gamuza de este lecho inhumano,

se oyó un grito, deja que me vaya deja que me vaya.


II

Me dieron tu ceniza y unos cascarones óseos,

traqueteando como calabazas en la urna de cartón,

traqueteando como rocas bendecidas por su horno.

Te esperé en el santuario de los hechizos

y te esperé en el país de los vivos,

con la urna todavía canturreando en mi pecho,

cuando se oyó un grito, deja que me vaya deja que me vaya.


Entonces arrojé tus últimas cenizas

y me oí dando alaridos por tu aspecto,

tu rostro de manzana, el sencillo refugio

de tus brazos, los aromas de agosto

de tu piel. Luego arreglé tus vestidos

y los amores que dejaste, Elizabeth,

Elizabeth, hasta que te fuiste.


DEL JARDÍN - (From the garden)

Ven, amado mío,

contempla los lirios.

Somos de fe pequeña.

Hablamos mucho.

Aparta tu boca llena de palabras

y ven conmigo a mirar

los lirios abiertos en un jardín como este,

creciendo allí como veleros,

alargando lentamente sus pétalos

sin enfermeras ni relojes.


Contemplemos el paisaje:

una casa donde nubes blancas

decoran las salas sombrías.

Oh, aparta tus buenas palabras

y tus malas palabras. ¡Escupe

tus palabras como piedras!

¡Ven aquí! ¡Ven aquí!

Ven a comer mis agradables frutos.


CITAS

- Amar a otro es algo como la oración y no se puede planear, simplemente caes en sus brazos porque tu fe deshace tu incredulidad.

(De Admonitions to a special person).


- En realidad, soy un ama de casa suburbana, solo que escribo poemas y, a veces, estoy un poco loca.

(De una carta al monje benedictino que se convirtió en su amor platónico “un amor construido sobre aire y fantasmas”, en el libro The Awful Rowing Toward God, que su hija Linda publicó un año después de la muerte de Anne. El epígrafe dice: “Para el Hermano Dennis, dondequiera que esté”).


- Me gustaría una vida simple,

  pero toda la noche voy guardando

  poemas en una caja grande.

  (De The ambition bird).


- Al suroeste de Capri

  encontramos una pequeña gruta desconocida

  donde no había nadie y nosotros

  entramos completamente en ella

  y dejamos que nuestros cuerpos perdieran toda

  su soledad.

  (De The nude swim).



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