CAPÍTULO LXXXV - WILLIAM SHAKESPEARE
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CAPÍTULO LXXXV
WILLIAM SHAKESPEARE
Guglielmus
Shakespeare, -Shakspere, Shaxpere- poeta, dramaturgo, actor y empresario
inglés.
Stratford-upon-Avon, (¿23-04-1564?) bautizado el 26-04-1564; id., 23-04-1616.
Hay que caer en el lugar común: El Shakespeare al que se atribuyen 154 sonetos, los extensos poemas Venus and Adonis y The rape of Lucrece, alrededor de cuatro decenas de dramas, algunos textos apócrifos y otros pocos todavía dudosos, es el más insigne dramaturgo de todos los tiempos, autor de una obra de dimensiones literarias sin igual, aunque la grandeza de esa obra y lo que ha significado para la humanidad y para la literatura universal contrasten dramáticamente con la escasez de documentos comprobables que la certifiquen.
A lo largo de los siglos se han propuesto alrededor de 70 nombres como probables autores de las obras de Shakespeare, pero el tiempo y las modernas tecnologías de la información han dejado apenas tres o cuatro realmente creibles y merecedores de investigaciones adicionales. Cada uno tiene su escuela, su corte de seguidores y detractores y sus argumentos más o menos válidos:
Escuela Stratfordiana: Su candidato es el Shakespeare tradicional y es la preferida por la mayoría de los académicos más respetados.
Escuela Marlowiana: Postula al poeta, traductor y dramaturgo Christopher Marlowe. Investigaciones recientes parecen demostrar que, por lo menos, colaboró en varias obras.
Escuela Oxfordista: Propuesto por Sigmund Freud, Edward de Vere, decimoséptimo conde de Oxford, poeta lírico inglés dueño de la compañía de actores Oxford’s Men, fue el candidato más firme durante el siglo XX.
Escuela
Baconiana: Propone al filósofo, escritor, estadista
y ensayista Sir Francis Bacon, vizconde de Verulam.
Los demás candidatos están prácticamente descartados, pero vale la pena mencionar algunos que, en su momento, fueron considerados con alguna seriedad: El noble británico William Stanley, sexto conde de Derby; Anthony Bacon, hermano de Sir Francis; el poeta Ben Jonson, Sir Walter Raleigh y la mismísima reina Isabel.
En octubre de 2016, la Universidad de
Oxford a través de su editorial Oxford
University Press, publicó el resultado de una investigación de un comité de
23 académicos en cinco países, que utilizaron métodos convencionales y
tecnologías de última generación, y concluyeron que hubo colaboración de otros
autores en por lo menos 17 de las obras atribuidas al bardo stratfordiano.
Es así como, por ejemplo, en la siguiente edición de las obras de Shakespeare de la Oxford University Press, en 2016, la trilogía de las obras de teatro de Henry VI apareció con los créditos correspondientes a sus dos autores, dos poetas y dramaturgos nacidos el mismo año: William Shakespeare y Christopher Marlowe. Por primera vez hay evidencia suficiente de que la mano de Marlowe estuvo presente en el trabajo teatral de Shakespeare.
En cuanto a Thomas Middleton, se continúa
investigando su coautoría en All's well that ends well y Timon of Athens, la revisión de
los originales de Measure for Measure y
su aporte en algunas secuencias musicales de Macbeth.
Igualmente sucede con la coautoría de John
Fletcher en Henry VIII, The Two Noble
Kinsmen y Double Falshood o The Distrest Lovers.
Pero aún hay dudas y no todos aceptan las
conclusiones de Oxford. Carol Rutler, profesora de la Universidad de Warwick y
también una autoridad en la obra de Shakespeare, refutó: “Lo que han hecho en Oxford no resuelve nada de
lo que ya sabíamos”.
Lo cierto es que poco a poco se irá develando el misterio, aunque probablemente nunca sabremos toda la verdad.
Por lo que respecta a los
sonetos, parecen ser Edward de Vere y Christopher Marlowe los dos únicos
candidatos con posibilidades más o menos respetables de disputarle a
Shakespeare la paternidad.
En cuanto a Edward de Vere, el secreto parece estar celosamente guardado en un ejemplar de la famosa Biblia de Ginebra, que perteneció a De Vere, lleva impreso su escudo de armas y forma parte de la colección de la Biblioteca Folger, de Washington, D. C., que conserva muchas de las ediciones de Shakespeare, además de libros y documentos de la época isabelina. Pero las pruebas que guarda la Biblioteca siguen alimentando la especulación.
Por su parte, a Christopher Marlowe se le sigue considerando muy seriamente como el autor de los sonetos, y autor o colaborador de toda la obra teatral atribuida a Shakespeare.
Como Próspero en The Tempest, soñemos y confiemos, para regocijo de la dramaturgia y la literatura universal, en que algún día aparezcan los originales del First Folio en algún escondite secreto:
We are such stuff as dreams are made on, and our little life is rounded with a sleep. (Estamos hechos de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña vida está rodeada de sueños).
En noviembre de 1582, el bardo de dieciocho años contrajo matrimonio con Anne Hathaway, de veintiséis y con tres meses de embarazo. Tuvieron tres hijos: Susana, y los mellizos Hamnet y Judith.
En 1611, William Shakespeare dejó de escribir y se retiró a su ciudad natal donde compró una casa conocida como New Place. Allí se dedicó a descansar, a compartir con su familia y su comunidad, y escribió el epitafio que se lee en el presbiterio de la Iglesia de la Santísima Trinidad en Stratford-on-Avon, donde reposan sus restos.
Algunos
de sus biógrafos dicen que murió luego de un banquete con su amigo el poeta Ben
Jonson. Investigaciones recientes sugieren que probablemente murió de cáncer.
La
inscripción dice:
Por amor a Jesús, amigo, abstente
de cavar en el
polvo aquí encerrado.
Bendito el que
ésta lápida respete,
maldito si mi
tumba ha profanado.
En la
pared norte de la misma iglesia, hay un monumento con la siguiente inscripción,
atribuida a Ben Jonson:
La sensatez de Néstor, el genio de Sócrates,
el arte de Virgilio.
Lo cubre la tierra, lo llora el pueblo, lo
posee el Olimpo.
Detente, pasajero, no vayas tan de prisa,
lee, si puedes, a quién ha colocado la envidiosa
muerte
dentro de este monumento: Shakespeare, con
quien
murió la viva naturaleza; cuyo nombre engalana
esta tumba
más allá del reluciente mármol, pues todo lo
que él escribió
deja al arte viviente apenas como un paje al
servicio de su genio.
En el monumento a Shakespeare en el Rincón de los
Poetas de la Abadía de Westminster, se lee un fragmento de la que fue su última
obra, The Tempest:
Las torres
coronadas de nubes,
los palacios
espléndidos,
los templos
solemnes,
el Gran Planeta
mismo
y todo lo que le
pertenece,
se disolverán,
e, igual que esta
descolorida función insustancial,
no quedará ni un
solo rastro.
CYMBELINE. CANTO FÚNEBRE.
(Guiderio y Arvirago).
No temas más al sol abrasador,
ni a las violentas iras del invierno,
tu pesada tarea ya has cumplido,
cobraste tu jornal y has vuelto a casa.
Chicos y chicas de oro son lo mismo
que el deshollinador: vuelven al polvo.
No temas más al ceño poderoso,
lejos estás del golpe del tirano.
No te importen comida ni vestido;
son para ti lo mismo junco y roble:
Poder, sabiduría, ciencia, todo
debe acabar y convertirse en polvo.
No temas al destello del relámpago,
ni al retumbar del pavoroso trueno;
no temas a calumnias ni a censuras;
ya no habrá para ti risas ni llantos.
Amantes todos morirán contigo,
amantes todos volverán al polvo.
¡Que ningún exorcista te haga daño!
¡Que no haya hechicería que te embruje!
¡Que los fantasmas insepultos huyan!
¡Que ninguna maldad se te aproxime!
¡Que haya serenidad en tu partida
y reconocimiento en tu sepulcro!
SONETO XVIII
¿Debería
al verano compararte?
Son
mayores tu encanto y tu mesura.
Los
capullos de mayo agita el viento
y es muy
breve la magia del verano.
El ojo de
los cielos arde a veces,
y a veces
languidece su tez de oro.
Toda
hermosura alguna vez declina,
por el
azar ajada o por el tiempo.
Pero el
tuyo será un verano eterno…
No
perderás tu gracia, ni la muerte
marchitará
tu encanto entre sus sombras
mientras
canten mis versos tu memoria.
Y
mientras haya vida y un suspiro
y unos
ojos que miren, vivirás.
SONETO LXXI
No
llorarás por mí cuando haya muerto
y oigas
tañer la lúgubre campana
anunciándole
al mundo que he partido
del mundo
vil al de los vermes viles.
Y si esta
línea lees, no recuerdes
que la
escribió mi mano; te amo tanto
que
prefiero la pena de tu olvido
al dolor
que te cause mi recuerdo.
Pero si
un día miras estos versos,
cuando
sea solo barro, no te atrevas
mi pobre
nombre a pronunciar siquiera;
que se
extinga tu amor junto a mi vida
para que
nadie sepa de tu pena
y se
burlen de ti porque me he ido.
SONETO CXVI
No dejéis que a la
unión de seres fieles
admita impedimentos.
No es amor
el que se altera en
tiempos borrascosos
o se desvía cuando el
viento cambia:
Es un sólido faro que
contempla
la tempestad sin
inmutarse nunca;
estrella sobre el
barco a la deriva,
desconocido, pero al
fin, medible.
No es un bufón del tiempo,
aunque a su espada
se rindan labios
rojos y mejillas:
Firme en sus breves
horas y semanas,
llega hasta los
umbrales de la muerte.
Si ello es mentira y
ante mí se prueba,
nunca escribí, jamás
un hombre amó.
SONETO CXLV
Esos labios que Amor
mismo tallara
modulan el sonido de
un “Te odio”
mientras yo
desfallezco por sus mieles;
pero al notar su
dueña mis lamentos
halló en su corazón
misericordia
para callar su
lengua, siempre dulce,
que solo amables
juicios emitía,
y enseñarle de nuevo
a saludar:
Ese final que puso a
su “Te odio”,
lo siguió como el
alba luminosa
sigue a la noche, que
como un demonio
desde el cielo al infierno es arrojado;
entonces se olvidó de su “Te odio”
y me salvó diciendo
“No es contigo”.
CITAS
- Los amigos cuya
amistad ya has puesto a prueba, engánchalos a tu alma con ganchos de acero.
- El destino baraja
las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos.
- Mejor ser vil que
ser por vil tenido. (Soneto CXXI).
- Te juré bella y te
creí radiante,
pero eres negro infierno y noche oscura.
(Soneto CXLVII).
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