CAPÍTULO LXVI - EDWIN MARKHAM
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CAPÍTULO LXVI
EDWIN MARKHAM
Charles Edward Anson
Markham, poeta, escritor y ensayista estadounidense.
Oregon City, 23-04-1852; Staten Island, New York, 07-03-1940.
Era el menor de diez hermanos y siendo un
niño su familia se mudó a California donde asistió a escuelas rurales antes de
encontrar trabajo en una granja.
En 1868 ingresó al California College, y tras graduarse cuatro años después, se convirtió en profesor en San Luis. Trabajó posteriormente en Santa Rosa y Coloma antes de ser nombrado director de una escuela en Hayward. Entre tanto, escribió poesía y sus poemas fueron publicados en Overland Monthly y Scribner’s Magazine.
Su vida personal estuvo marcada por
relaciones conflictivas. Se casó en 1875 con Annie Margaret Cox Thole y se
divorciaron en 1884. En 1887 se casó por segunda vez con Caroline Bailey, quien
lo dejó después de que la madre de Markham se uniera a la familia.
En 1898, después de dos matrimonios fallidos, se casó con la poetisa y académica nacida en California, Anna Catherine Murphy. Fue una relación exitosa donde además ella se desempeñó hasta su muerte como editora y colaboradora de Jack y alentó su trabajo en The Man with the Hoe. En 1899 tuvieron a Virgil, su único hijo.
En 1899, su más famoso poema, The Man with the Hoe, que ya se conocía
un año antes por una lectura pública de poesía, apareció publicado en el San Francisco Examiner. A finales del
mismo año vio la luz su primera colección de poemas, The Man and the Hoe and Other Poems.
Posteriormente se editaron nuevas colecciones, entre otras Lincoln and Other Poems, The Shoes of Hapiness and Other Poems, California the Wonderful, Gates of Paradise, Ballad of the Gallows Bird, Eighty Poems at Eighty y Collected Poems.
En prosa merecen
mencionarse Children in Bondage y California the Wonderful.
En 1908 fue honrado con la elección al National Institute of Arts and
Letters.
En su
octogésimo cumpleaños, fue agasajado en el Carnegie Hall en un evento que
incluyó al presidente de los Estados Unidos, Herbert Hoover.
En 1936 sufrió un derrame cerebral del
cual nunca se recuperó por completo y murió cuatro años después en su casa de
Staten Island.
Legó su biblioteca personal de quince mil volúmenes a la Biblioteca Horrmann de Wagner College, en Staten Island.
Sus cenizas reposan en el Cementerio
Calvary de Los Ángeles.
En su tumba se lee:
Vivamos la poesía
que cantamos.
EL HOMBRE DEL AZADÓN
(The man with a hoe. - Writen after seeing Jean-François Millet’s world famous painting L’homme a la houe).
(Escrito después de observar
la famosa pintura de Jean-François Millet).
Doblegado por el peso
de los siglos se inclina
sobre su azadón y
mira el suelo,
el vacío de los
siglos en su rostro
y en su espalda la
carga del mundo.
¿Quién lo hizo
insensible al éxtasis y al desespero,
sin aflicciones, sin
ninguna esperanza,
anonadado e
impasible, como su hermano buey?
¿Quién ha desencajado
esta macilenta mandíbula?
¿De quién la mano que
inclinó esta frente?
¿De quién el soplo
que apagó la chispa de su ingenio?
y a quien otorgó el
dominio del mar y de la tierra
para buscar el origen
de los astros y el poder de los cielos,
para acariciar el
fuego de la Eternidad?
¿Es este el sueño que
soñó quien dio forma a los soles
y dibujó sus rutas
desde la más insondable antigüedad?
Desde los pasillos
del infierno hasta su última caverna
no hay figura más
terrible que ésta -- --
más elocuente para
censurar la ciega avaricia del mundo -- --
más llena de señales
y presagios para el alma -- --
más cargada de
amenazas para el universo.
Esclavo de la rutina
del trabajo, ¿qué le dicen
Platón y el vaivén de
las Pléyades?
¿Qué las notas
sublimes de las altas cimas de la música,
la rendija del
amanecer, el rubor de la rosa?
A través de esta
figura pavorosa miran los siglos doloridos;
la tragedia del
tiempo vive en esa penosa encorvadura;
a través de esta
figura la humanidad traicionada,
expoliada, profanada
y desheredada,
protesta a gritos
ante los Jueces del Mundo
y
su protesta tiene clamor de profecía.
Oh amos, señores y gobernantes de todos los rincones,
¿es esta la obra que
entregáis a Dios,
este ser monstruoso,
deformado y sin alma?
¿Cómo podréis
enmendar esta figura,
darle una chispa de
inmortalidad,
devolverle la luz y
la mirada altiva,
restaurarle la música
y los sueños,
reparar las
inmemoriales infamias,
las pérfidas ofensas,
los incurables males?
Oh amos, señores y gobernantes de todos los rincones,
¿qué pensará el
Futuro de este Hombre?
¿Cómo responderá a su
brutal pregunta en esa hora
en que los huracanes
de la rebelión sacudan la tierra?
¿Qué pasará con los
reinos y los reyes -- --
con aquellos que
hicieron de él lo que es -- --
cuando ese Terror
mudo le reclame a Dios,
después del silencio
de los siglos?
Aquí duermen ahora
las cenizas de Edwin Markham,
pero mirad, él no
está aquí, está muy lejos,
en las grandes tareas
de la vida bajo los cielos poderosos
afanándose por llegar
a alguna estrella melodiosa.
se sienten atrapados y agobiados en estas
tumbas de tierra;
pensemos en la muerte como en otro
nacimiento,
como una nueva libertad para las alas
extendidas,
una nueva aventura que espera en el
futuro;
como un nuevo placer de más etéreo júbilo,
como un nuevo mundo con amigos de más
noble valía,
donde todos puedan saborear un pan más
inmortal.
(Leonard
D. Abbott, biógrafo y político).
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